Viernes de Dolores
Desde muy temprano, nos levantamos a comprar un pliego de papel crepe morado en la tienda de Dona Guichita, frente a nuestra casa. Después del desayuno, habiendo hecho un poco de engrudo nos dispusimos a forrar con cuidado cada una de las latitas vacías de sardina que desde miércoles de ceniza, con amor, mi mama había sembrado, llenándolas de tierra y colocando semillas de cebada previamente humedecidas para su pronta germinación.
Las plantitas estaban listas para hacer en la sala, el pequeño huerto donde seria colocada una imagen de Jesús de Nazareno, las macetitas de cebada con un largo de aproximadamente 10 cm, calculado con precisión para tener el tamaño perfecto para cumplir con el objetivo de adornar, un azafate que tenia un pirujo que vendía Doña Nelita en la panadería de la vecindad de la casa, uno racimos de uvas verdes, rojas y moradas, unas espigas secas de trigo, conjunto que representaba los elementos necesarios para rememorar La Ultima Cena.
Luego, la tarea de poner en remojo el bacalao salado, comprado en la tienda de Bercian, junto a la lata de aceite de oliva Sensat, también por aparte remojar los paquetes de Garbanzo White Camelia para el Dulce.
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